Normalmente cuando estamos con niños intentamos hablar con
cuidado, no queremos que ellos aprendan palabras mal sonantes por si las
pronuncian luego. ¡Claro! Los niños dicen muchas cosas sin pensar…
¿pero acaso los adultos nos paramos muchas veces a pensar el efecto de
nuestras palabras? Yo creo que no, creo que eso del pensar antes de
hablar se está perdiendo en pro de la verborrea estilo “latenight”.
Las palabras tienen el poder de crear y destruir, por lo tanto un buen o mal discurso tiene ese efecto multiplicado por mil.
¿Alguien duda del poder de “YES, WE CAN” del “I HAVE A DREAM” o en el sentido negativo el tan repetido “VAYASE SEÑOR GONZALEZ” ?
Podemos observar mil ejemplos, una amistad o una relación que se
dañan, por unas palabras o unas frases fuera de lugar, un empleo que se
pierde por una mala entrevista. Todos en nuestra cabeza tenemos muchos
ejemplos del poder de la oratoria.
Tal como nos están enseñando en este posgrado grandes profesionales del sector como mi apreciado camarada Xavier Marín,
la gran Maria Juanhuix, etc el hablar, el saber hacerlo bien y con un
mensaje estructurado es sumamente importante a la hora de comunicar de
forma eficaz nuestras ideas.
La política hace mucho que perdió la inocencia y nada de lo que se
dice o hace es casual. Esto puede hacer que nuestra capacidad para
observar y diferenciar la verdad disminuya por el ruido general (cuando
los árboles no te dejan ver el bosque). Así, con discursos maniqueos y
de gran elaboración (no por complejos o trabajados, sino por simplistas y
vacíos) se puede crear la duda, convertir lo positivo en negativo. El
poder de un discurso simplista y tacticista puede generar gran
desconfianza y muchos problemas, por eso los políticos antiguos y nuevos
deberían dejar de lado esa tipología de discurso populista en su
connotación más negativa y empezar a profundizar en el discurso real,
potente, de ideas y con un sentido ético mayor.
Las palabras NO SE LAS LLEVA EL VIENTO, quedan
enganchadas en las mentes y corazones de los que nos escuchan. Por eso
no debemos menospreciar el poder de un buen discurso y tampoco usarlo
para ensalzar el odio como sucedió en otras épocas oscuras.
Debemos tener claro que si nuestro vocabulario es sencillo y claro,
nuestro discurso será seguramente sencillo y claro y esto nos hará
llegar a más gente. Si nuestros discursos son largos, técnicos,
enrevesados, no serán exitosos. Hablamos y creamos discursos para
comunicar no para regalarnos nuestros oídos con nuestra voz. Este hecho
debemos tenerlo muy claro.
De nuestras palabras, de nuestros discursos depende nuestro futuro,
así que empecemos a cambiar nuestra vida, cuidando las palabras que
decimos y nuestra forma de hablar. Debemos tener siempre presente que lo
que queremos es transmitir un mensaje CLARO y SENCILLO.
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